Cuando uno emprende, se sube a un barco con un par de compañeros y cuatro sacos de víveres para cruzar el océano por alta mar. Cuando ya se han consumido la mitad de esos víveres navegando a través del infinito mar abierto, la ansiedad puede hacer acto de presencia porqué es cuando somos conscientes de que ya solo nos quedan los víveres justos para volver al punto seguro de partida. Pueden surgir dudas y culpas: ¿Deberíamos haber sido más frugales hasta ahora? ¿Hemos calculado bien la distancia a destino? ¿De verdad merecerá la pena llegar? La evidencia del riesgo, que pasa de la abstracción a desencadenar respuestas hormonales desagradables, pone a prueba nuestras convicciones. Si volvemos a la seguridad del punto de partida, aseguraremos nuestra supervivencia, pero también el fracaso de la expedición. Una alternativa es abrazar el estoicismo para empezar a comer menos y aceptar con filosofía un posible desenlace fatal…
Pero si el suicido no es aceptable, la forma de mantener el rumbo con entereza no es a través de la valentía o de la inconsciencia: debe ser gracias a la preparación, el conocimiento y contar con un plan resiliente.
Las premisas
Mapa florentino de la época, en el que aún no aparece América.
Cristóbal Colón contaba con una convicción importante, y era saber que la tierra era esférica y que tenía con un cálculo aproximado de su perímetro, gracias al cual estimó la distancia a su destino, Cipango, la actual Japón. ¿Era correcta su estimación? ¡Desde luego que no! No sólo erraba un 30% su cálculo de la longitud del ecuador, sino que tampoco debía contar con una buena medida de la distancia a Cipango por el este. Sus errores acabaron causando una bien conocida tensión con su tripulación cuando la travesía se alargó 100 leguas (unos 500Kms) más de los esperado. Tuvo mucha suerte. Cipango se encontraba en realidad aún a más de 12.000Kms, por lo que de no haber existido América, o bien su tripulación le habría pasado por la quilla, o bien hubiesen perecido todos por desnutrición. Con la injusta revisión del pasado desde la atalaya de nuestros conocimientos actuales, podemos afirmar que su error fue mayúsculo. Pero hizo lo que pudo con la información con la que contaba y está claro que la posibilidad de encontrar tierra en algún punto de su expedición era razonable.
A pesar de la incertidumbre inevitable de cualquier expedición exploratoria, las premisas sobre las que se basaba le confirieron a Colón la convicción suficiente para hacer frente a la duda y convencer a su tripulación. No obstante, la suerte estuvo de su lado y él lo sabía: no por nada la primera tierra descubierta fue bautizada San Salvador. La paradoja es que, de haber podido calcular la distancia precisa, no se habría justificado la expedición ya que los medios de aquella época no permitían viajes tan largos. No se habría descubierto América tan pronto.
En fases tempranas, unas premisas “exploratorias” bien fundamentadas son el mínimo exigible como base para estimar la viabilidad del proyecto. Pero el riesgo seguirá siendo una variable considerable.
El plan
Una vez establecidas unas premisas “exploratorias”, el emprendedor necesita un plan. Lo importante aquí es sopesar las consecuencias que implican los errores sobre las premisas iniciales, y cómo afectarán estos posibles errores al éxito de la misión. Si Colón hubiera sabido que su margen de error en el cálculo de la periferia de la tierra era del 30%, quizás podría haber buscado alguna solución previa para hacer viables viajes en barco más largos.
A menudo la financiación del proyecto es poco abierta a considerar determinados márgenes de error - porqué implican mayores desembolsos - lo que a menudo causa que el emprendedor tienda a pedir el menor dinero posible con el fin de a) facilitar la toma de decisión del inversor y asegurarse que al menos puede poner en marcha su proyecto y 2) diluirse lo menos posible.
Mientras uno escribe un blog, todo es muy lógico y racional. En la vida real, las presiones personales pueden influir en todos los actores del emprendimiento, introduciendo más incertidumbre de la necesaria. No obstante, tanto el emprendedor como el inversor deberían mantener la cabeza fría y considerar los riesgos más obvios desde el principio. Siempre se puede tirar de ingenio para tratar de mitigar estos inconvenientes cuando aún se está a tiempo.
De ahí la necesidad de trazar el plan. Un plan básico cubre el camino feliz. Un plan resiliente contempla riesgos, planes de contingencias y salidas honrosas.
¿Qué son las salidas honrosas? Pues estrategias para recuperar toda la inversión posible en caso de no alcanzar los objetivos principales. ¿Qué no encontramos América? Pues igual hemos podido estudiar corrientes y fauna marina, mejorado las cartas marítimas o afinado un nuevo modelo de reloj náutico. Si es posible hacerse, ayudará a emprender el camino con mayor confianza, reduciendo el estrés causado por la constante e inevitable sensación de amenaza de muerte por inanición que se sufre en las primeras etapas del emprendimiento.
Contra la afirmación de que planificar nos salvará, se suele recurrir a enumerar los muchos ejemplos en los que los emprendedores no pensaron mucho en el futuro y fueron tirando. Y son afirmaciones totalmente lícitas. En muchas ocasiones el crecimiento de una iniciativa es orgánica, natural, y se produce sin demasiadas fricciones, pudiendo alcanzar cuotas de éxito estratosféricas. Son casos de éxito estupendos.
Pero yo aquí quiero escribir para el emprendedor consciente, el que emprende acelerando el proceso natural. Colón podría no haberse empeñado en descubrir una nueva ruta comercial, y seguro que con más tiempo y más avances científicos y tecnológicos, América hubiese sido descubierta igualmente y sin tantos riesgos. Para los Reyes Católicos y la corona española, esa pequeña inversión fué definitoria.
Forzar el avance con nuestra voluntad es de lo que estamos hablando aquí ¿Puede haber algo mas grande para nosotros, humildes humanos?
Volviendo al tema de planificar, se esgrime a menudo una frase que pronunció Mike Tyson cuando le preguntaron si le preocupaba el plan de Evander Holyfield para vencerle. La frase es “Everyone has a plan until they get punched in the mouth.”. O sea, “Todos tienen un plan hasta que les atizan en la boca”. Es cierto que los planes no suelen cumplirse tal y cómo se trazaron inicialmente, y también es cierto que un inesperado derechazo de la realidad puede tumbarnos. Y a veces para siempre. Pero también es cierto que Holyfield ganó por KO técnico ese combate a pesar de que Tyson fuera el claro favorito. Holyfield ganó porqué tenía muy bien estudiado a Tyson y porque supo adaptarse mejor que su rival a los cambios que éste iba proponiendo durante el intercambio de golpes.
Conclusión
Resumiendo. Si vamos a emprender conscientemente, démosle la importancia que se merece a una buena preparación, un buen plan, considerando los recursos necesarios para poder adaptar nuestra pegada a las circunstancias del juego. Nunca acertaremos del todo, es evidente, ni siempre podremos provisionarnos de todo lo necesario porqué probablemente nos veremos obligados a viajar ligeros. Pero al menos seremos conscientes de lo que nos espera, y cuando los problemas aparezcan, los detectaremos a tiempo y podremos reaccionar sin pánico. Y con suerte, con alguna solución preparada bajo la manga.
¡Buen viaje!